091221 Pentecostés 16 La Sabiduría Grita: ¿Por Cuánto Tiempo?
El sermón empieza en el minuto 18:30 del video
Prov. 1:20-33; Santiago 3:1-12; Marcos 8:27-38
No sé cuántos de ustedes vieron las muchas imágenes de 9/11 que proyectaron en la televisión la semana pasada. Mostraron a muchas personas corriendo por las calles, huyendo de las torres gemelas. También se centraron en otras que simplemente se pararon a mirar los edificios en llamas. Al observar esas imágenes en la semana, los textos de esta mañana daban vueltas en mi cabeza: la sabiduría clama en la calle; en las plazas alza la voz. En la esquina más concurrida grita; en la entrada de las puertas de la ciudad habla: ‘¿Por cuánto tiempo les encantará ser simples?’
No todas las respuestas a ese horrendo evento fueron simples. Los bomberos que murieron entrando a los edificios para rescatar a otros víctimas evocaron inspiración y gratitud en nuestros corazones y mentes heridos. Sin embargo, la respuesta dominante que llenaba los medios de comunicación era demasiado simplista: la venganza. Veinte años después hemos visto la locura de ese tipo de simplicidad. ¿Aprenderán los que están en el poder? ¿Aprenderemos nosotros?
También vi un programa llamado, Ecos de 9/11, un documental de entrevistas con personas después de 9/11 y las mismas personas veinte años después. Allí vi otro tipo de sabiduría: reflexiones en una cabina de video, ofreciendo una respuesta diferente a la pregunta de la sabiduría. Muchas de esas reflexiones, mostraron una sabiduría que habló después de escuchar. Proverbios dijo, aquellos que me escuchan estarán seguros. Esa clase de seguridad no era lo que se habían imaginado. Fue evocado por un dolor y una pérdida inimaginables. Y la voz de la sabiduría no hablaba al unísono; era una armonía discordante que buscaba resolución. Algunos todavía están enojados; algunos más tristes; otros han perdonado; todavía otros estaban calmados. Todos tenían una sabiduría que se logró solo después de escuchar.
Llegamos a la pregunta del Evangelio: ¿Quién dicen que soy? Durante los últimos domingos, hemos visto a Jesús salir de los moldes en los que la gente, incluyéndonos a nosotros, lo ponemos. Rompe los códigos de pureza y apoya a los que hacen lo mismo; se permite ser enseñado por una mujer cuestionable; se niega a corregir los malentendidos de la gente sobre quién es; y prefiere dejar que la gente lo abandone que suavizar su mensaje.
La pregunta de hoy confronta otra enseñanza que rompe moldes: comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debe sufrir, y ser rechazado por los ancianos,
los principales sacerdotes y los escribas, y ser asesinado, y después de tres días resucitar. Esto fue lo más difícil: ¿cómo puede un Mesías verdadero sufrir y ser mataado? El Mesías es un libertador victorioso, no un fracaso asesinado. ¿Cómo seremos liberados de la opresión si el Mesías no viene a liberarnos? Esa fue la respuesta simplista de la insensatez, y Jesús la enfrentó con dureza: Ponte detrás de mí, Satanás. La sabiduría sólo llegó a los discípulos después de la resurrección, cuando vieron que el dolor y la pérdida son parte del mismo mundo que la vida y la alegría.
La semana pasada, Stephanie Spellers, asistenta
del obispo primado, Michael Curry, publicó una larga reflexión en Facebook después de un sabático de cuatro meses de esa publicación. Su reflexión responde al desafío de Jesús hoy: ¿cómo puedo participar en los eventos que enfrentan el mundo y sacuden la vida por un lado, y en la presencia tierna y sanadora de Dios y del pueblo de Dios por el otro? Después de vivir una serie de experiencias racistas como mujer negra, que describe conmovedoramente en su reflexión, regresó a casa con una úlcera. Mi primera respuesta fue furia. El racismo literalmente me había enfermado. Luego ella describe el otro lado del desafío. Estoy agradecida de informarles que el medicamento hace una diferencia; he pasado los últimos dos meses cuidando el cuerpo, la mente y el espíritu. Escribí en mi diario de oración, leí las Escrituras y oré en silencio. Adorar, caminar y respirar. En vez de ver la televisión, leí un libro. En vez de escribir para publicar, escribí en el diario y hablé con Jesús.
Stephanie propone que este desafío no es solo suyo. Es de todos nosotros. Escribe: todavía hay una pandemia, todavía hay muerte y sufrimiento a largo plazo, todavía hay supremacía blanca, todavía hay pobreza, todavía está la Gran Mentira, todavía el planeta está en llamas, todavía hay cosas familiares y cosas de trabajo y viejas narrativas que flotan de nuevo a la superficie y amenazan con tumbar tu moral. ¿Cómo puede alguien aguantarlo? La única forma que conozco es con Jesús. Aquel que habla la verdad en amor, nos sostiene con ternura cuando nos sacudimos, y soporta la cruz para resucitar a la vida. Estamos hechos a imagen de Dios, lo que significa que podemos cultivar la capacidad de decir la verdad en amor unos a otros, de seguir sosteniéndonos unos a otros con ternura, y de levantarnos de lo que nos baja el ánimo. Estoy agradecido con Stephanie por recordarnos que es posible tomar nuestra cruz diariamente, seguir a Jesús en un mundo de sufrimiento y muerte, y aun así encontrar descanso y gozo en Jesús el Cristo.
Posible, pero no fácil. Y es más necesario de lo que nos gustar admitir. Es un desafío dejar que el descanso y el sufrimiento, la vida y la muerte, la tranquilidad y la ira compartan espacio dentro de nosotros. Es a lo que Santiago se refería cuando habló de la lengua: la lengua se coloca entre nuestros miembros como un mundo de iniquidad; mancha todo el cuerpo. Con ella bendecimos a Dios, y con ella maldecimos a los que están hechos a semejanza de Dios. De la misma boca vienen la bendición y la maldición.
Es tan desafiante que no siempre queremos elegir el camino de la sabiduría. Pero debemos hacerlo de todos modos. Pocas cosas importan más. Dios es misericordioso con nosotros. Pero abandonar la sabiduría tiene consecuencias. Proverbios nos advierte, ya que han ignorado todo mi consejo, por lo tanto, comerán el fruto de su camino y serán saciados con sus propios planes. Las consecuencias son inherentes a la locura.
James Baldwin, el famoso autor negro del siglo pasado, fue otra alma sabia que aprendió esto. Estaba lleno de rabia con los Estados Unidos por su racismo, y con su padrastro por el abuso que tuvo que soportar a sus manos y su lengua. Luchó por encontrar el espacio para ser de otra manera … el odio que consumía a su padrastro amenazaba con consumirlo… [Sin embargo] no importa cuánto asustara David Baldwin a su hijastro, él fue una víctima de la mentira de Estados Unidos. Murió creyendo, trágicamente, lo que la América blanca dijo de él. Jimmy entendió eso. También sabía que odiar a su padrastro solo lo encarcelaba. Tenía que dejar atrás ese odio y enfrentar su dolor y trauma, si alguna vez quería ser realmente libre. Su propia experiencia de vida lo llevó a concluir: una de las razones por las que las personas se aferran a sus odios tan obstinadamente es porque sienten que, una vez que el odio se ha ido, se verán obligados a lidiar con el dolor. (Gaude, p. 35-36)
El predicador, William Sloan Coffin, podría haber estado describiendo a James Baldwin cuando describió a la persona sabia: una persona sabia acepta el desafío de la oscuridad y desarrolla la capacidad de un gato a ver por la noche. Tal persona percibe que el bien y el mal tienen una relación incestuosa; que nada es más fácil que denunciar al malhechor, y nada es más difícil que entenderlo. Por supuesto, es emocionalmente satisfactorio ser justo con aquella justicia que se nutre de la sangre de los pecadores. Pero Dios sabe que lo que es emocionalmente satisfactorio también puede ser espiritualmente devastador. Y es espiritualmente devastador reclamar más luz de la que Dios arroja sobre la situación humana y proyectar una visión breve y estrecha de la vida como si fuera la verdad eterna. La vida no se sienta a pintar su retrato, y además, ¿quién podría captar sus brillantes profundidades? (Credo, p.128)
Es fácil señalar con el dedo a aquellos cuya ira los lleva a acciones y políticas destructivas. Los liberales ven a los conservadores haciendo esto; los conservadores ven a los liberales haciéndolo. Pero todos lo hacemos. Como Pedro confrontó a Jesús sobre la imposibilidad de que el Mesías sufra, así queremos que sea más simple. Jesús tuvo que demostrar que no se trata de descanso o sufrimiento, vida o muerte, paz o ira. Siempre son ambos.
La verdadera sabiduría, entonces, es simple pero no simplista, cuestionadora pero no cínica, y se enfrenta a la muerte para descubrir la vida. Es congruente con las experiencias más profundas de nuestra vida, que no siempre son reconfortantes o seguras, pero pueden ser alegres y significativas. Vamos tras la esa sabiduría.
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