032722 Cuaresma 4 Balanceando la y la Rectitud Compasión
El sermón empieza en el minuto 18:40 del video
2 Cor. 5:16-21; Lucas 15:11-32
Hace poco visité a una persona que dejó su iglesia hace 20 años, enojada por cómo había sido tratada. Se está muriendo y anhela recibir la eucaristía, pero no puede llegar físicamente a la iglesia, incluso si estuviera espiritualmente preparado. Le pregunté qué pensaba que había ganado y perdido al dejar la iglesia. Dijo que trató de ganar la rectitud al distanciarse de la hipocresía de la gente en la iglesia, y que había perdido la comunidad y los sacramentos. Le pregunté si había alcanzado la rectitud. Dijo que no. Terminamos de acuerdo en que la suya era una falsa rectitud.
La semana pasada vi partes del examen de Ketanji Jackson para ser elegida Juez de la Corte Suprema. Le hicieron muchas preguntas para exponer lo que muchos consideraron sentencias suaves de los criminales. Un Senador le hizo preguntas sobre las sentencias que ella dictó contra los que traficaban en la pornografía infantil. Él declaró que meterles en la cárcel sería la sentencia más efectiva. Ella apeló a la razonabilidad, la equidad, y a las pautas del Congreso. El senador dijo que eso era dejar que “tal escoria se salga con la suya”.
Muchos hemos sentido rabia por el comportamiento de criminales. Nos perturban porque lastiman a otras personas. En esos momentos hubiéramos querido sentencias severas también. Afortunadamente, la jueza y la mayoría de los otros jueces no toman decisiones judiciales basadas en tales reacciones instintivas. Y la mayoría de nosotros somos capaces de posponer nuestras reacciones hasta que accedamos a una respuesta más justa y razonable. La jueza Jackson compartió que, para ella, el propósito del castigo, y el criterio para su severidad, es sanar y restaurar la comunidad rota por el crimen. La pregunta que ella se hace es, ¿qué sentencia resultará en la mejor experiencia de comunidad humana?
La Parábola del Hijo Pródigo es introducida por las palabras: Todos los que cobraban impuestos para Roma y otra gente de mala fama se acercaban a Jesús, para oírlo. Los fariseos y los maestros de la ley lo criticaban por esto, diciendo: —Éste recibe a los pecadores y come con ellos. Los fariseos y escribas no encontraron lugar para la compasión en el mundo que habían construido alrededor de su forma de rectitud. Se sintieron ofendidos de que Jesús pudiera tener rectitud y permitir que tal escoria comiera con él.
Algunos hemos enfrentado situaciones al enfrentar situaciones con hijos adultos como hizo el padre en la historia del Hijo Pródigo. Es difícil no liderar con nuestros corazones en aquellos momentos. Cuando este padre vio a su hijo errante en la distancia, se llenó de amor y compasión, y corrió a abrazarlo. En ese momento, no pensó en la rectitud ni en las consecuencias. Pero cuando leemos la historia como una respuesta a la ofensa que los fariseos tomaron en la hospitalidad radical de Jesús, debemos considerar a toda la familia y a la comunidad en general. Había reglas sobre cómo tratar a un hijo desvergonzado que desperdició la herencia de su padre. El padre y sus hijos conocían esas reglas y esperaban que se aplicaran. Pero cuando el padre comenzó a correr, solo estaba respondiendo a la vista de su hijo en la distancia.
Cuando estaba abrazando a su hijo, se dio cuenta de lo que arriesgaba al ignorar las reglas de la comunidad. Pero ya lo había hecho. Entonces, pensó que quizás podría convertirlo en algo bueno; su comportamiento compasivo podría cambiar generaciones de tradición en su pueblo. Lo que hizo el muchacho fue tan reprobable en esa cultura que incluso hubo una ceremonia para castigar los que lo hacían. Llenaban una jarra de barro con nueces quemadas y maíz, la rompían frente al pródigo y gritaban su nombre, pronunciándolo aislado de su pueblo, convirtiéndolo en un huérfano. El padre decidió organizar un banquete para su hijo, lo contrario de lo que requería la tradición. Si lograra que los aldeanos vinieran a su fiesta, tal vez perdonarían tanto al padre como al hijo. En la historia, sí fueron al banquete, y el vino los estaba ablandando. El plan del padre parecía estar funcionando. Tal vez sí iban a perdonar a este padre.
Pero el hijo mayor no estaba listo para perdonar al padre. Nadie le había preguntado cómo se sentía al gastar lo que quedaba de su herencia para cuidar de tres personas en lugar de dos, o ser conocido como el hermano del pródigo. El hijo mayor es el buen hijo, que hizo todo bien. No se va a sentar en la misma mesa con su hermano egocéntrico, amante de los cerdos y enfermo de pecado que ha causado su familia tanto dolor. El padre no necesariamente lo convenció. Pero le mostró que cada persona debe asumir el costo del perdón.
No podemos tener paz y permanecer exactamente como somos, o incluso como queremos ser. A lo mejor vamos a tener que vernos en el hermano menor sin valores, o en el mayor arrogante. A veces uno tiene que sacrificar cosas como campos que han estado en la familia para siempre, honor, grandeza, y rectitud.
Entonces, ya sea aquella persona que dejó la iglesia, o la jueza Jackson, o el Senador, o los fariseos y escribas, o tú o yo, todos luchamos por equilibrar la rectitud y la compasión. ¿Cómo puedo proteger a mis hijos adultos de terribles consecuencias y a la vez enseñarles responsabilidad? ¿Cómo podemos mantener un estándar de comportamiento recto de los miembros de la iglesia, al mismo tiempo que perdonamos su arrogancia, hipocresía y rudeza? ¿Cómo podemos ser un equipo en el trabajo, y no llamar la atención a la mala conducta de otros?
La jueza parece compartir la esperanza del padre pródigo de que podamos encontrar ese equilibrio y que las cosas puedan cambiar. Ha conocido a delincuentes que sienten que el sistema los sigue derribando. Ella cree que tratar a los delincuentes como seres humanos puede ser el primer paso en su transformación. Si sienten que han sido tratados de manera justa cuando sean liberados a la comunidad después de cumplir sus condenas, es menos probable que repitan su crimen. Eso revelaría un equilibrio adecuado entre la justicia y la compasión.
Pero, como vimos en las preguntas que recibió de algunos senadores, la comunidad también debe transformarse si los delincuentes van a recibir un trato justo y ser bienvenidos de nuevo a la comunidad. Eso no sucede tan fácilmente como organizar un banquete en un antiguo pueblo de Oriente Medio; pero puede y debe suceder. El enfoque de la justicia penal que describió la jueza se llama justicia restaurativa, que tiene una metodología parecida a la que la jueza se refería en sus respuestas. Hay tres elementos centrales de ese metodología: encuentro, reparación y transformación.
El encuentro en los casos la jueza Jackson fueron comparecencias del delincuente frente a ella como juez. Mostró a los delincuentes una manera de reparar el daño que habían hecho a las personas y las relaciones y comunidades que habían destrozado. Ella se aseguró de que los delincuentes asumieran la responsabilidad de su mal, y también reconoció la necesidad de sanar la víctima, y de que el delincuente se enmendara al expiar las malas acciones, y trabajar para recuperar una buena reputación en la comunidad. Y habló de la necesidad y posibilidad de transformar tanto las víctimas como los delincuentes, identificando las causas fundamentales de la delincuencia para fomentar sistemas más justos y comunidades más seguras.
Jesús practicó la justicia restaurativa sin llamarla así. En su vida, demostró que no se necesitaba el comportamiento violento, excluyente y punitivo. Él se convirtió en la víctima perdonadora para que nosotros dejáramos de crear víctimas. Él justificó a las personas, amándolas y perdonándolas a niveles cada vez más profundos. El Apóstol Pablo también creía en la posibilidad de una nueva creación, [donde] todo lo viejo ha pasado; ¡todo se ha vuelto nuevo! Requiere una forma diferente de ver a las personas. A menudo miramos a las personas como si no pudieran cambiar. Una vez que uno sea criminal, siempre será un criminal. Una vez que sea un delincuente sexual, siempre será un delincuente sexual. Una vez que sea un hipócrita, siempre será un hipócrita. Pablo llama a esto un punto de vista humano. Mirar a las personas como capaces de transformarse es ver que hay una nueva creación. La forma en que vemos a las personas puede conducir a la transformación, de los individuos y de las sociedades.
Jesús y Pablo ofrecen un equilibrio saludable de rectitud y compasión. Ambos fundamentaron su vida en el Espíritu de Dios, y no vieron ningún conflicto entre la rectitud y la compasión. De hecho, no se puede tener una sin la otra. Qué esta temporada de cuaresma nos ayude a fundamentar nuestras vidas profundamente en el Espíritu de Dios.
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