111421 Pentecostés 25
Confiando en La Verdad del Amor para Arriesgar Todo
El sermón empieza en el minuto 17:40 del video
I Samuel 1:1-20, 2:1-10; Hebreos 10:19-25; Marcos 13:1-8
Un autor americano a menudo fue llamado un liberal reaccionario. Una vez respondió a la acusación: ‘Confieso ese pecado. Cuando me encuentro con una viuda que se ha quedado sin un centavo y sola con tres hijos, reacciono. Cuando me entero de que los fondos para una biblioteca disminuyen casi hasta desaparecer, reacciono. Cuando me doy cuenta de que se está cerrando un patio de recreo para niños mientras se abre una bolera para hombres adultos, reacciono. Cuando recortan los salarios de los maestros y los almuerzos para los niños, reacciono. Espero nunca envejecer tanto o ser tan indiferente que pueda escuchar las decisiones equivocadas e inmorales que se toman sin reaccionar.
Al igual que ese autor, a menudo somos atacados por decir lo que creemos cuando no es popular. Eso es especialmente cierto cuando nuestras convicciones son proféticas, hablando sobre el curso que el futuro debe tomar para dar buenos frutos. Nuestra primera inclinación cuando somos atacados es ponernos a la defensiva. El autor adoptó un enfoque diferente. En vez de estar a la defensiva, aceptó la acusación y redefinió el estereotipo que sus críticos hacían de su posición. Vivimos en una época en la que muchos distorsionan intencionalmente lo que otros creen y dicen para hacerlos parecer peligrosos o estúpidos. Cuando los líderes dicen que los créditos fiscales por hijos y las políticas de energía que reducen el daño al medio ambiente son el camino hacia un futuro justo, son etiquetados como socialistas. Cuando proponen propuestas de gastos grandes, no importa cuán importantes y populares sean, se les llama derrochadores.
Entonces, las voces que compiten con nuestra voz interior son diferentes para cada uno de nosotros. Para el autor, fueron voces que lo etiquetaron como liberal reaccionario. Para los discípulos la voz eran las hermosas piedras del templo. Para la comunidad de los hebreos, la voz era la amenaza de persecución. Para Ana la voz era la realidad de la esterilidad en una cultura donde tener hijos era la única manera de que una mujer fuera valorada.
Cuando nuestras voces son criticadas por esas voces fuera de nosotros, o cuando esas voces simplemente nos alientan a ser complacientes debemos decidir cómo reaccionar.
- No sé qué llevó al autor a aferrarse a sus convicciones, pero sí sé lo que hizo que Ana se aferrara a su fe cuando Peniná seguía burlándose de ella. Ella fue fortalecida por el amor incondicional que Elcaná seguía mostrándole.
- A la comunidad de los hebreos se les recordó que la ley de Dios fue escrita en sus corazones y mentes, y que fueron completamente perdonados. Aún así, no todos fueron capaces de superar su miedo a la persecución, y seguir reuniéndose como la iglesia. Las amenazas iban ganando, y el autor de la carta trató de convencerlos de que valía la pena el riesgo con lo que tenían en Jesús.
- Del mismo modo, los discípulos habían escuchado a Jesús hablar muchas veces sobre la novedad que él traía: el Reino de Dios. Pero el mundo actual se veía tan estable y fuerte y era tan bella – el templo con sus piedras hermosas los alentó a aceptar el estatus quo. Jesús tuvo que confrontarlos con la dura verdad: ni una piedra será dejada sobre otra. Jesús llamó ese futuro perturbador dolores de parto en lugar de signos de fin. Tenían la opción de ser complacientes sobre la comodidad presente y esperar a que se les imponga el cambio, o ejercer la fuerza para abrazar el cambio, incluso cuando todo parecía cómodo, o al menos tolerable.
Las tres historias bíblicas fueron mensajes para sus lectores sobre los desafíos que ellos enfrentaron. La historia de Ana sirvió como una parábola sobre Israel al comienzo de una historia de dos volúmenes sobre la transición de Israel de ser una confederación tribal a ser una monarquía. Israel comenzó como un grupo de refugiados que pasaron 40 años en el desierto. Cuando cruzaron a la tierra de Canaán, ni siquiera estaban cerca de ser una nación. Las probabilidades no se veían bien para Israel cuando su existencia como una confederación tribal ya no satisfacía sus necesidades al buscar convertirse en una nación. La fe de Ana invitó a Israel a reclamar esa misma fe al enfrentar su futuro incierto.
Las comunidades cristianas de finales del siglo I representadas en la carta a los hebreos se enfrentaban a la persecución por su fe en el Imperio Romano. La comunidad particular descrita en la epístola vacilaba en su esperanza en las promesas de Dios y en su compromiso de continuar reuniéndose visiblemente como creyentes. La exhortación del autor estaba dirigida a toda esa generación de cristianos perseguidos.
El Evangelio de Marcos fue escrito alrededor de la época de la destrucción del templo en Jerusalén – el cumplimiento literal de las palabras de Jesús a los discípulos. Como tal, se dirigió no solo a los discípulos sobre un futuro que era décadas adelante. sino a la generación que lo estaba leyendo y viviendo. Debe haber sido alentador que se les recordara que eran dolores de parto en lugar de signos del final.
Los tres textos nos hablan a nosotros en este momento de transición que estamos viviendo en este país, en nuestra iglesia, y muchas de nuestras vidas. Los Estados Unidos se enfrenta a una transición. Al igual que Israel, no se sabe qué sigue, y no podemos volver atrás. Hemos aprendido demasiado sobre cuántas personas hemos lastimado para volver. Hemos aprendido demasiado sobre cuántas personas hemos lastimado para volver. Y sabemos que lo que tenemos tampoco está funcionando. Da miedo confiar en que Dios nos guiará a algo nuevo. Miramos la escasez de opciones, las distorsiones intencionales de la verdad y el compromiso de los que quieren retroceder en lugar de avanzar. ¿Cuál es nuestra responsabilidad compartida frente a todo eso? ¿Por dónde empezamos? San Atanasio también se enfrenta a una transición. ¿Nos aferramos a lo que existe, como hicieron los discípulos con el templo cuando Jesús los confrontó con un final que podría ser un nuevo comienzo-ni una piedra? ¿Dejamos de reunirnos como lo hicieron algunos de los hebreos en la epístola de hoy? ¿Tememos que tengamos que asumir demasiada responsabilidad si las cosas cambian? ¿O perseveramos en la fe como Ana y seguimos trabajando y orando por la abundancia que Dios promete, aún si no se ve exactamente como esperábamos?
San Atanasio es pequeña, y tiene un alcance limitado de influencia directa. Pero creo que nuestro mensaje nos ayuda a vivir el llamado a ser el cambio que buscamos. Nuestro mensaje no es ampliamente compartido en este país. Nuestra voz no es lo suficientemente fuerte como para discutir con aquellos que no están de acuerdo. Y somos muy pocos para hacer una diferencia en la política electoral. Pero ustedes que se reúnen aquí son una imagen de cómo podría ser el futuro; y salen de esta comunidad para hacer una diferencia en muchos entornos: aman a sus familias, cuidan a sus vecinos, participan en la defensa de una variedad de inquietudes sociales. Ser esa imagen, y salir a hacer una diferencia, son expresiones de la responsabilidad compartida. También lo es comprometernos con esta iglesia para que podamos seguir siendo esa imagen y hacer esa diferencia. Debido a que somos tan pocos, cada uno de nosotros importa más en el sostenimiento de este ministerio.
La buena noticia es que hay personas fieles en toda la diócesis haciendo una diferencia. Ayer, en la Convención Diocesana, el Obispo Taylor dio un catálogo de increíbles episcopales en la Diócesis de Los Ángeles que están actuando por fe para crear un nuevo futuro, a pesar de los riesgos, la apatía y la oposición. Una experta en el cambio climático nos dijo qué podemos hacer para combatir el cambio climático, incluso si Glasgow no hizo lo que debería. Y la obispa Diane habló de lo importante que es nutrir a las comunidades que se han descuidadas en el pasado.
Amigos, nuestra mayordomía es mucho más grande y mucho más urgente que hacer una promesa a San Atanasio. Pero una promesa puede ser el primer paso. Y cuando no sabemos lo que nos deparará el futuro, ser fieles en lo que podemos hacer es esencial. Que nuestra fe pródiga esté lo suficientemente arraigada en el amor de Dios como para arriesgarlo todo por el futuro de Dios.
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