082921 Pentecostés 15 El Amor Santo y Erótico
El sermón empieza en el minuto 18:00 del video
Cantares 2:8-13; Marcos 7:1-8, 14
El novelista británico Martin Amis cuenta una historia en sus memorias que ilumina el pasaje de hoy en el Cantar de los Cantares. Después de años de dolor por una enfermedad dental implacable, todos sus dientes fueron removidos y reemplazados. Durante varias semanas del largo e insoportable proceso, tuvo que usar un dispositivo protésico que le llenaba la boca de saliva, le dificultaba hablar o comer, y lo hacía sentir claramente desagradable e indeseable. En una carta que más tarde escribió a su esposa, describió la noche después de que le habían colocado los dientes postizos: Esa noche saliste del baño haciendo el baile del ombligo vestida en tu bata de seda y con mis dientes postizos puestos. Entonces, te removiste ambos y te quedaste desnuda. Esta fue la guerra contra la vergüenza. A la mañana siguiente, me desperté temprano y me arremetí allí en silencio riendo y llorando en la almohada. Me sentía frágil, inocente, y exquisitamente consolado.
El Evangelio de esta mañana y la lección del
Cantar de los Cantares nos invitan a ese lugar de inocencia y consolación, libres de culpa y vergüenza en torno al sexo y una serie de otros temas de pureza. La religión a menudo aumenta nuestra vergüenza en torno al sexo cuando debería sanarnos y consolarnos. La confrontación de Jesús con los líderes religiosos sobre el lavado de manos, y la poesía erótica del Cantar de los Cantares, nos invitan a convertir nuestro duelo en baile, nuestra vergüenza en placer, y a dejarnos vestir de alegría. ¡Dios sabe que necesitamos ropa de alegría en estos días con toda la tristeza y la violencia que nos están rodeando!
Una de las frentes de batalla que Jesús tuvo que enfrentar para traer buenas nuevas a su pueblo fue el código de pureza. Los líderes religiosos habían tomado las leyes judías sobre la pureza y las habían multiplicado hasta el enésimo grado para que nadie fuera de su grupo pudiera ser lo suficientemente puro. Jesús quería liberar a la gente de esa opresión porque les robaba el gozo. No quería abolir la ley sino cumplir su verdadera intención. En el pasaje sobre el lavado de manos. Jesús confrontó a los líderes religiosos con su hipocresía: Este pueblo me honra con sus labios, pero sus corazones están lejos de mí. Manipularon las leyes para hacerse ver puros y hacer que los demás parecieran impuros.
En muchos lugares el mundo de hoy se enfrenta a los guardianes de la pureza que roban la alegría. Muchos afganos están arriesgando sus vidas para escapar de los talibanes, porque sus códigos de pureza castigan a mujeres, niños, artistas y grupos minoritarios. En este país, muchos de los grupos que apoyaron la insurrección del 6 de enero, incluida gran parte de la iglesia evangélica, lo hicieron en parte para defender un código de pureza. Uno de esos grupos, QAnon, enmarca su mensaje en torno a la pureza: el gobierno, los medios de comunicación y los mundos financieros en los Estados Unidos están controlados por un grupo de pedófilos adoradores de Satanás que dirigen una operación global de tráfico sexual infantil. Hablan en forma positiva de los talibanes, y revelan que comparten ciertos códigos de pureza con los talibanes.
No estoy inventando esto. Escuchen una voz de la derecha (Tucker Carlson): los talibanes no odian su propia masculinidad. No creen que sea tóxico. Les gusta el patriarcado. A algunas de sus mujeres también les gusta. Así que ahora lo están recuperándolo todo. Así que tal vez sea posible que fracasemos en Afganistán porque todo el programa neoliberal es grotesco.
El uso de falsos códigos de pureza surge de muchas fuentes. Pero cuando se trata de la pureza sexual, una fuente es la religión que no celebra el don de Dios del sexo. Cuando los grupos religiosos hablan de sexo, el mensaje suele ser negativo. Rara vez oímos mensajes positivos sobre el sexo en entornos religiosos. Sin embargo, los sabios en muchas culturas saben que la sexualidad solo es saludable cuando está conectada con la espiritualidad. Queremos llegar a ese lugar donde se celebra el sexo. Pero la mayoría de las personas que han hablado conmigo sobre sus vidas sexuales necesitan sanidad antes de poder celebrar. Sus heridas las han avergonzado, excluido y abusado, y han distorsionado su visión del sexo. Un evangelio sobre el sexo debe comenzar con buenas noticias sobre el don del sexo; luego debe enfrentar las malas noticias sobre las heridas que nos impiden recibir ese don; y solo entonces reclamar y celebrar el regalo que hemos perdido en nuestra herida.
El Cantar de los Cantares está lleno de ese don: literatura erótica que logró pasar por los censores. Un Evangelio del sexo afirma que, para poder experimentar el don del sexo, debemos entender y celebrar la dimensión erótica de la vida en toda su plenitud. Los cristianos a menudo temen lo erótico. La iglesia a menudo lo censura o reinterpreta. El Cantar da una imagen del deseo mutuo: amantes iguales en la fuerza de su deseo, igualmente vulnerables en su anhelo de ser deseados, e igualmente decididos a dar y recibir placer.
En la experiencia humana, el placer se mezcla con el dolor de la separación: la alegría se mezcla con la tristeza; y la libertad se mezcla con el compromiso – los mismos temas que descubrimos en Cantares. Lo que no encontramos es la ansiedad de que el deseo nos niega la libertad de ser la persona que Dios quiere que seamos. El deseo es la fuerza que nos une al mundo. Cantares nos muestra un camino que pasa por el deseo y nos lleva a recibir el mundo. El camino está motivado por el amor y habla de la creatividad apasionada de Dios. Al buscar el placer para el otro encontramos nuestro propio placer más profundamente; en el compromiso con otro podemos llegar a conocer el éxtasis.
Un autor ha escrito sobre el eros divino como la energía fundamental del universo: la pasión por estar conectados, y, por lo tanto, el hambre de justicia y el anhelo de comunión que perdona la vida. (Nelson, 186) La poeta Audre Lorde enseña que lo erótico es aquello que nos permite una conexión profunda con los demás, dando alegría, energía creativa y capacidad de sentir; lo que empodera a las personas para cambiar el mundo; lo que es el sí profundo dentro del yo. (Paulsell, 144).
¿Qué es lo que distorsiona ese don del sexo y limita nuestra experiencia de la plenitud de Dios? La iglesia a menudo ha puesto patas arriba la enseñanza de Jesús. A lo largo de los siglos, la iglesia ha castigado a adultos heridos por el sexo sobre su práctica sexual privada, mientras deja incuestionados a aquellos en el poder que han definido las reglas. En otras palabras, hemos castigado a aquellos a quienes Jesús sanó, y hemos colocado en el tribunal para juzgar a aquellos a quienes Jesús llamó a arrepentirse.
La herida que necesita ser sanada toma muchas formas: el abuso y el acoso sexual, la adicción, la exclusión, el moralismo, los secretos, y evitar el tema por completo. ¿Qué puede traer sanidad a estas distorsiones del don del sexo? Mi propia experiencia me dice que tiene algo que ver con llevar nuestra vida sexual a la luz afirmativa de Cristo. El abuso, la adicción, la exclusión, el moralismo y la vergüenza prosperan al guardar secretos. La vergüenza que muchos hemos sufrido en la iglesia nos ha obligado a esconder el sexo. Eso corta la conexión íntima que se busca a través del sexo, y ese se vuelve meramente físico. Para recibir el don del sexo debemos salir de nuestro escondite. No tenemos que contar nuestros secretos al mundo entero. Pero para encontrar la sanidad y la esperanza, necesitamos un amigo o una compañera que conozca nuestros secretos y no solo nos acepte, sino que reconozca en nuestro secreto una belleza interior que solo habíamos visto a través de la lente de la vergüenza.
Como mostró la historia que compartí al principio, la intimidad sexual con una pareja amorosa puede traer una sanidad profunda. El acto físico del sexo no es tan complicado. Pero un conocido casual no vendrá a ti al acostarte desdentado en la cama para hacerte el amor de una manera que te devuelve tu mejor yo. Ese es nuestro anhelo más profundo. El sexo que es exquisitamente consolador solo se puede tener cuando dos personas se hacen vulnerables entre sí, no cuando una está siendo explotada.
Hay una línea muy delgada entre lo que sana y lo que hiere. Es por eso por lo que los consuelos de la intimidad sexual son tan profundos. Puede que no sane al mundo entero de una vez. Pero traerlo a la luz puede reducir la opresión sexual de tantas personas, y aumentar la alegría en nuestras vidas y en el mundo. ¡Hagámoslo!
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