051621 Pascua 7 Viendo la Misión de Jesús en su Oración
El sermón empieza en el minuto 12:15 del video
Salmo 1; Juan 17:6-21
Al terminar este servicio, vamos a tener una reunión congregacional para votar si vamos a convertirnos en una misión de la Diócesis. Es un buen momento para revisar nuestra declaración de misión: Dios nos ama, sin excepciones. Amamos a Dios. Damos la bienvenida a todos. Servimos al mundo. Es aún más oportuno a la luz de la oración final de Jesús. Hoy oímos la parte de esa oración que habla de la protección que necesitamos los seguidores de Jesús: Santo Padre, protéjalos en su nombre, protéjalos del maligno. Según la oración, necesitamos esa protección porque el mundo los odia, ya que no pertenecemos al mundo.
Qué contraste con la opinión de la autora, Dorothy Sayers. Ella esribió: ¿Tenemos la más mínima idea del poder que invocamos tan fácilmente? Es una locura que las señoras lleven sus sombreros elegantes de paja y de terciopelo a la iglesia; todos deberíamos más bien usar cascos de choque. Los ujieres deben entregar salvavidas y atarnos a nuestros bancos. Ella dice esto, no porque el mundo haya odiado a la iglesia, sino porque el dios dormido puede despertar algún día y ofenderse, o el dios que se despierta puede llevarnos a donde nunca podemos regresar”.¡Los cascos nos protegen del poder de Dios y su llamado a la misión en el mundo, no del mundo!
¿Qué hacemos con la petición de Jesús que Dios nos protege del mundo? ¿Cómo conciliamos esa oración con nuestra declaración de misión que dice que damos la bienvenida a todos, y con el propio ejemplo de Jesús de acoger a todos? Durante gran parte de la historia de la iglesia, el odio al mundo y la protección de Jesús fueron las partes más conocidas de la vida de los creyentes y de la institución de la iglesia. Las iglesias han sido más conocidas por rechazar, juzgar y aislarse del mundo. Y eso no ha cambiado en 2021. Dar la bienvenida a todos parece decir lo opuesto de la oración de Jesús. El Salmo dice, felices son aquellos que no toman el camino que los pecadores pisan. La iglesia ha usado esas frases para justificar su juicio del mundo, su distanciamiento del mundo y su opinión que el mundo haya fallado.
Pero Jesús también dijo: De tal manera amó Dios al mundo que envió al único hijo engendrado al mundo para que todos los que creen en él no perezcan, sino que tengan vida eterna. Es por eso por lo que la bienvenida abarca a todos. En la oración de Jesús, dar la bienvenida a alguien no significa aprobar todo lo que hace. Mas bien, significa que trato con mucho cuidado a los que doy la bienvenida. Dios nos llama a incluir cada vez más en nuestra bienvenida. Si queremos cuidar a todo lo que abrazamos, vamos a querer protegerlo, ¿verdad? Jesús abrazó a los discípulos, pero parte de esa misión de acogida era protegerlos del mal en el mundo.
A menudo tenemos que proteger nuestros encargos contra aquellos que rechazan nuestro abrazo. Estos son los que Jesús vio cuando miró a Jerusalén desde el Monte de Olivos y dijo:» ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los mensajeros que Dios te envía! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus pollitos bajo las alas, pero ustedes no quisieron! (Lc. 13:34) ¿Cómo sería eso hoy en Jerusalén, donde los profetas incluyen niños, y las piedras son cohetes? ¿Cómo sería en Los Ángeles hoy? Los profetas siempre piden justicia para algo específico de la vida. Y lo piden antes de que la mayoría lo considere conveniente aplicar esa justicia. Cuando llega el día cuando se considera conveniente, es muy tarde para las personas que se quedaron desprotegidas. Los que supuestamente son responsables de establecer justicia han abdicado de su responsabilidad: los sistemas religiosos, los económicos y políticos no están mejorando la calidad de vida humana. Estamos en serios problemas como sociedad y como mundo.
Pero hay personas en Jerusalén, en Gaza, y en otros lugares que acogen al enemigo, y protegen a aquellos que esos sistemas no consideran dignos de bienestar. Esas personas me inspiran. Esas personas protegen a los que están bajo su cuidado contra aquellos que quieren hacerles daño. Nunca hay suficientes de esas personas; pero su ejemplo es impactante. Esa es la mentalidad con la que Jesús nos envía al mundo – incluso a las partes que nos odian.
La oración de Jesús contiene las semillas de esa mentalidad. En unos minutos, vamos a votar sobre una resolución que nos pide encomendar nuestra misión al obispo de una nueva manera. A nadie le gusta renunciar al control. Pero eso es el ejemplo que Jesús modeló al dejar el abrazo de Dios para convertirse en humano. En su oración, nos invita a una conversación íntima con su Padre. Al escuchar su oración, oímos a Jesús hablar sobre nuestra misión.
- Primero, oímos que la vida es un don: Eran tuyos, y tú me los diste, saben que todo lo que me diste viene de ti. Cuando sabemos que toda la vida es un regalo, se nos libera de necesitar lo que el mundo nos hace pensar que sólo podemos obtener de él. Si creemos que dependemos del mundo para conseguir lo que necesitamos, dependemos de sus caprichos. Si sabemos que pertenecemos a Dios, el mundo no nos puede manipular a querer cosas que no satisfagan. Claro, lograr esa libertad es un proceso de toda la vida; pero nunca es tarde para empezar.
- Luego, oímos a Jesús orar sobre la alegría: Hablo estas cosas en el mundo para que tengan mi gozo completo en sí mismos. La palabra para gozo es éc-stasis – separarnos de los estático, de lo que no se mueve. Conocemos éxtasis cuando nos alejamos de situaciones rígidamente fijas y exploramos nuevas dimensiones de la realidad que aún no tienen una senda. Hay caminos viejos, dolores viejos, pena vieja, y tristeza vieja; pero no existe la alegría vieja. La alegría siempre se conecta con el movimiento, la renovación, el renacimiento, el cambio, la vida nueva. La religión tradicional a menudo tiene el rostro fruncido; desaprueba el comportamiento y las ideas que quedan fuera de lo que considera apropiado. Eso no es lo que Jesús ofrece. Él desea que nuestra alegría sea completa en nosotros mismos. La iglesia se equivoca cuando sospecha que cada idea nueva probablemente está equivocada. El salmista describe a los justos como árboles al lado de corrientes de agua. Cuando nuestras vidas dejan de fluir, cuando juzgamos todo y a todos desde un lugar estático, nuestra bienvenida se encoge. Cuando somos como árboles cuyas raíces descansan en corrientes de agua que fluyen, nuestra bienvenida nos da vida a nosotros mismos y a los demás.
- Finalmente oímos a Jesús decir: no pertenecen al mundo y yo no pertenezco al mundo. Y lo repite. Nos envía al mundo, pero no pertenecemos al mundo. Se dice que estamos en, pero no del mundo. Eso suena superficial después de tanto uso; pero describe una realidad profunda. En la teología decimos encarnación. La palabra profética es solidaridad. En el misticismo hablamos de presencia con desprendimiento. Este es el marco para la misión que da el paso de confiar esa misión al obispo. Hay riesgos en eso. Una parte de nosotros se resiste a dar ese paso. Pero una iglesia que se arraiga su misión en el amor de un Dios que no excluye a nadie, y que ama a Dios, acoge a todos y sirve al mundo, debe estar dispuesta a correr riesgos. Cuando partimos del conocimiento de que ya tenemos suficiente, podemos correr riesgos. No tenemos que saber cómo va a funcionar. Incluso podemos tener dudas. Pero podemos confiar en aquel a quien pertenecemos y que promete protegernos.
Abracemos nuestra misión y este nuevo paso en la misión.
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