050921 Pascua 6 Aligerar la Carga

El sermón empieza en el minuto 23:25 del video

Hechos 10:44-48; I Juan 5:1-6; Juan 15:9-17

        Feliz Día de las Madres. Si somos honestos, este es un día de complejos sentimientos. Quizás la mayoría de ustedes están profundamente agradecidas con sus madres. Espero que sí. Aun cuando la relación no era de todo positiva, uno quiere honrar a su madre. También hay mujeres que hubieran querido ser madres, pero no pudieron tener niños. Este día es difícil para ellas.

       ¿Cómo podemos tomar en cuenta todos estos sentimientos en cuenta, sin despreciar ninguna de las experiencias? No existe una respuesta fácil, pero alguien propuso una manera de visualizar el rol de madre que por lo menos abarca esta complejidad. Generalmente pensamos en las madres en términos genealógicos: abuelas, madres, hijas. Pero una autora escribió que también hay madres de imaginación y vocación. Hay madres que surgen por afinidad, proximidad y necesidad recíproca, y también madres que surgen de los mundos del arte, del intelecto, del activismo y de los anhelos espirituales compartidos. Madres sostenidas con amor e incluso reverencia también han desempeñado papeles cruciales en la evolución humana y en la historia registrada.

       Los textos de esta mañana hablan de estas diferentes formas de ser madres en el sentido de que cada mujer y cada hombre está llamado a dar a luz a la vida por medio de su vocación. En el tiempo de Adviento, el anuncio del ángel a María de que daría a luz a un hijo del Altísimo nos invita a cada uno de nosotros a traer a Dios al mundo. Esa es una buena noticia. Pero puede sentirse abrumador. A veces lo sentimos como una carga demasiado pesada como para soportarlo. A lo mejor sentimos molestos cuando alguien nos recuerda que Jesús dijo, mi yugo es fácil, y mi carga es ligera. A veces, la carga no se siente tan ligera. Se siente bien pesada.    En otra parte, Jesús nos explicó por qué el yugo puede sentirse pesado. Dijo, no se preocupen por el mañana, porque mañana traerá preocupaciones propias. El problema de hoy es suficiente para hoy (Mt. 6:34). Sabemos que eso es cierto; pero no siempre podemos acceder a esa verdad. Sabemos que añadir preocupación a una carga ya pesada es imprudente y destructivo. Pero todos lo hacemos, ¿verdad? Y no es sólo el mañana lo que nos preocupa. La gente religiosa encuentra muchas otras maneras de agregar la carga de la preocupación. Una manera común es convertir la fe en un arma para traer a la bendición de Dios. Nos decimos, “Si tengo suficiente fe, puedo llevar a cabo esta responsabilidad con éxito.” Pensamos que si no estamos recibiendo la bendición de Dios, es porque no tenemos suficiente fe. Empezamos a medir nuestra fe por qué tan bien hemos usado el arma de la fe, y nos preocupa que no tengamos suficiente. Eso añade peso a cargas que ya son pesadas, y nos abruma aún más. Y el ciclo se repite una y otra vez.

       Pero la fe no es un arma, ¿verdad? Es un regalo. Me encanta la forma en que una teóloga explica el significado de la cruz como un foco principal de nuestra fe. Ella escribe, el significado que más cuenta día tras día es el que se encuentra en lo profundo del corazón; y el corazón es un sitio demasiado difícil de manejar y muchas veces impredecible para descubrir significado. La cruz tiene sentido en formas que no tienen sentido. Impreso en nuestras mentes conscientes, anima nuestras compulsiones y motivaciones inconscientes de maneras que se nos escapan. Vivimos dentro de la historia, pero no siempre estamos seguros cómo. Lo sabemos y no lo sabemos… La gracia es gracia. Viene.

       La gracia es gracia. Viene. Me encanta eso. No podemos hacer que venga la gracia. Sólo viene. Pero podemos trabajar en armonía con ella. Podemos unirnos a la danza de la vida de una manera que nos movemos entre la responsabilidad y la gracia. Podemos aceptar la responsabilidad por las formas específicas en que estamos llamados a dar a luz, aun cuando reconozcamos que no todo depende de nosotros. En la sala de partos, una madre tiene que empujar; pero no sólo depende de la madre hacer que el bebé venga. Cuando cooperamos con gracia, la carga se vuelve soportable.

       Así que podemos bailar con responsabilidad y gracia. Pero también podemos bailar en una manera que bloquea la gracia. Y nos puede sorprender que  la forma más común de bloquear la gracia no es dejar de cumplir con nuestra responsabilidad. ¡No, bloqueamos la gracia porque esperamos más de nosotros de lo que Dios espera! Permítanme decir eso otra vez: ¡esperamos más de nosotros de lo que Dios espera! La iglesia -y muchas veces nuestras madres- nos han hecho sentir muy bien haciéndonos creer que Dios espera mucho de nosotros. Pero el estándar de Dios para lo que es suficiente incluye la gracia es gracia. Viene. Si creemos que podemos manipular la gracia y la fe al trabajar más duro, o creyendo más fuerte, estamos agregando la carga de la culpa al peso de la responsabilidad; porque cuando llegue el fracaso, o cuando la vida sea más difícil de lo que creemos que debería ser, nos culpamos a nosotros mismos por no tener suficiente fe, o no depender lo suficiente de la gracia.

       Entonces, ¿Cómo se ve esa danza que trabaja con responsabilidad y espera la gracia? El pasaje que leímos en Hechos contiene algunas pistas. Mientras Pedro seguía hablando, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oyeron la palabra. ¿Qué dijo Peter? Una cosa que dijo fue que Dios no muestra parcialidad. Eso fue algo bastante revolucionario para un judío decir a un grupo de gentiles. Importó que Pedro apareciera y dijera esas palabras, a pesar de que apenas los entendía él mismo. Por lo menos, no sabía cuáles eran las implicaciones de esas palabras. Pero él declaró el mensaje de todos modos. Dice que, mientras él todavía hablaba, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oyeron la palabra. Así es como se ve la danza. Llega, haz tu trabajo, y deja espacio para la gracia. Así es como funciona la gracia. “La gracia es gracia. Viene.”

       Cuando la danza se hace bien, inspira. Nos hace creer que tal vez nosotros también podamos bailar. La semana pasada, yo estaba escuchando una grabación de Joan Báez y Mercedes Sosa cantando Gracias a la Vida. Aquí había dos mujeres que han dedicado sus vidas a mejorar la vida de las personas en sus países y en todo el mundo. Aquí se unieron para cantar una canción sobre la vida. Pero a lo largo de sus vidas habían mejorado muchas vidas al cantar, marchar; protestar, y abogar. En la dinámica del cambio y de la vida, entendieron que dar está mezclado con gracia, que trabajar está mezclado con esperar, y que el dolor está mezclado con la alegría. Al cantar Gracias a la Vida, dieron testimonio que el dar y la gracia, el trabajar y el esperar, el dolor y la alegría son los dos materiales que forman mi canto. Y el canto de ustedes que es mi mismo canto. Y el canto de todos que es mi propio canto. Verlas cantar juntas me dio escalofríos, no sólo porque ambas habían vivido esas palabras por tantos años, sino porque la letra expresa maravillosamente la profunda verdad que aquella teóloga había declarado: que vivimos dentro de la historia, pero no siempre estamos seguros de cómo. La gracia es gracia.

       Esa manera de hacer no es una carga, porque nace de Dios. La predicación de Pedro no tenía toda la responsabilidad de llevar el Espíritu Santo a los gentiles; el Espíritu vino porque el Espíritu nació de Dios. El hecho de que Joan y Mercedes marcharan no trajo justicia a su pueblo por sí solo; su canto cimentó a la gente en la gratitud por la vida.

Gracias a la vida que me ha dado tanto.

Me ha dado la marcha de mis pies cansados

Me dio el corazón que agita su marco

Cuando miro el fruto del cerebro humano

Cuando miro al bueno tan lejos del malo

Me ha dado la risa y me ha dado el llanto

Así yo distingo dicha de quebranto.

La gracia es gracia. Viene. Mi yugo es fácil. Mi carga es ligera. Creámosle. Gocémonos de la vida, de la obediencia, y de dar a luz. Amén.