030622 Cuaresma 1

Enfrentando Tentación para Revelar Historias Verdaderas

El sermón empieza en el minuto 17:35 del video

Deuteronomio 26:1-11; Lucas 4:1-13

    Este año al llegar a la historia de las tentaciones de Jesús, estamos más conscientes de la guerra – sobre todo la guerra en Ucrania, pero también lo que llamamos las guerras culturales que están ocurriendo en nuestro propio país. En tiempos de guerra, muchas veces la verdad es la primera víctima. Existe una versión oficial de la guerra de Ucrania ofrecida por los medios de comunicación rusos al pueblo ruso, y otra versión que de alguna manera llega a los manifestantes en el país; hay versiones que circulan en Ucrania misma, y versiones en países tan diversos como Canadá y Cuba, Noruega y Nicaragua, Francia y Venezuela. En los EEUU existe la versión  transmitida por los medios conservadores, la versión dada por el gobierno y muchas versiones que circulan entre diferentes grupos de interés.

    También escuchamos gritos de “detengan el robo del voto”, y reportajes de “la gran mentira”. Vemos a un gobernador reprender a unos estudiantes de secundaria por usar máscaras, y escuchamos a los científicos tratar de simplificar datos complejos para el consumo del público. Hay estados que prohíben los libros, y bibliotecas y bibliotecarios que abastecen sus estantes con esos libros.

   Estas versiones de la verdad surgen de diferentes historias. A veces son las historias personales de líderes que dictan esas versiones a su gente. ¿Qué historias de la vida de Vladimir Putin lo llevaron a comenzar esta guerra? También hay historias de países e historias compartidas entre países. Sabemos que Ucrania antes era parte de la Unión Soviética. ¿Qué otras historias nos informan sobre la verdad completa de la guerra actual?

       En la historia de la tentación de hoy, Jesús y Satanás tenían versiones muy diferentes de la historia de Israel. Los tres momentos recordados en las tentaciones revelaron opciones que siempre nos enfrentan. La primera tentación se refiere a las andanzas por el desierto. Satanás recordó la maná, la codorniz y el agua de la roca, como historias milagrosas sobre un dios mágico que siempre cuidará de nosotros; Jesús las vio como pruebas que evocan humildad para las personas cuya prioridad debe ser siempre cada palabra que sale de la boca de Dios. La segunda tentación recuerda el momento de asentamiento en la tierra prometida. A lo que Deuteronomio se refiere como una tierra con grandes ciudades que no construyeron, casas llenas de todo tipo de bienes que no llenaron, cisternas talladas que no hicieron, viñedos y olivares que no plantaron, Satanás recordó como una garantía de que tenemos un derecho garantizado a todos los reinos del mundo; para Jesús, nos recuerdan de que Dios nos liberó de la esclavitud y es la única fuente de vida y bondad; por eso Dios es el único al que debemos adorar y servir. La tercera tentación apunta al deseo de David de construir el templo. El templo como morada de Dios entre la gente puede ser recordado como el regalo que David quería dar a Dios para asegurar de que Dios nos pertenece a nosotros y debe hacer lo que decimos, y probar de que el pueblo tiene derecho a un hermoso templo; o puede recordarnos de la verdad de que nosotros pertenecemos a Dios, que caminamos por fe y que no necesitamos más certeza que esa para enfrentar la vida.

    Las historias siempre nos ofrecen opciones. Es tentador aceptar las mismas conclusiones a que llegan nuestros compañeros al escuchar las noticias. Reflexionar sobre las noticias a la luz de nuestra historia personal y nacional puede llevarnos a conclusiones diferentes a las de ellos. En esta época de noticias falsas, hechos alternativos y algoritmos que refuerzan esas ideas, ya sean verdaderas o falsas, debemos enfrentar la tentación de ser conformistas, al examinar nuestras historias.

      Jesús decidió enfrentar la tentación de frente. Fue directamente de su bautismo, donde escuchó la voz que lo nombraba amado, al desierto, donde moraba nadie más que Dios, las bestias y el tentador. Cuando creemos que Dios nos puso en la tierra para algo importante que es solo nuestro, es esencial enfrentar por adelantado las formas en que seremos tentados a tomar atajos para lograr esa misión. A veces creemos que nos hace falta lo necesario para tener éxito; o que la parte dentro de nosotros donde debe estar lo que más se necesita para llevar a cabo la misión está vacío; o que no tenemos los dones necesarios. Todas esas creencias nos hacen susceptibles a la tentación.

       Las Escrituras nos dicen que esos lugares vacíos son justos donde Dios mora. No lograremos nuestra misión llenando ese vacío con las estrategias más inteligentes o los dones más relevantes que usamos para llenar un lugar que pertenece sólo a Dios. El vacío que sentimos no es una señal de que algo salió mal, sino una invitación a ver a Dios. Me encanta la forma en que una pastora (Barbara Brown Taylor) lo describe: es el lugar santísimo dentro de nosotros, la sala del trono ordenada de Dios. Nada en la tierra lo puede llenar, pero eso no nos impide intentarlo. Cada vez que nos sentimos demasiado vacíos por dentro, estamos tentados a meternos un chupete en la boca y chupar por todo lo que valemos. No nos nutre, pero al menos tapa el agujero.

    Creo que eso es lo que está pasando en algunas de las guerras culturales en este país. La reciente avalancha de libros que prohíben, y la prohibición a los maestros enseñar sobre el racismo en la historia de Estados Unidos, revelan esto. Prohibir los libros y las ideas porque nos perturban es ofrecer chupetes morales en lugar de alimento moral. Debemos nombrar esa distorsión. Es lo que hizo Jesús al contar historias. Prohíben contar historias para salvar una ilusión. Jesús más bien quiere eliminar la ilusión para hacer espacio para la verdad liberadora. Después de contar la historia de su bautismo, Lucas trazó la genealogía de Jesús a través de David, Jacob, Noé, Adán – hasta Dios. Jesús sabía quién era porque le habían enseñado todas esas historias de sus antepasados, y las tenía a su alcance para aprovecharlas en medio de la tentación. Había oído hablar de sus éxitos y sus fracasos, y entendía que ambos eran parte de la vida. 

      Recuerdo cómo me impactó escuchar por primera vez el pasaje de Deuteronomio en una clase del Antiguo Testamento en el seminario. El profesor llamó la atención sobre el poder de una historia que toda una nación tenía en común. Cada año, en el festival de las primicias, cada peregrino recitaba la misma historia al sacerdote que recibía su ofrenda: un arameo errante era mi padre, que bajaba a Egipto. Referirse a Jacob como un arameo errante era una declaración radical en la tierra asentada de Israel. Jacob era venerado por los israelitas. Es cierto que era un arameo errante; pero esa era una verdad inquietante y perturbadora. Ese era el objetivo. Estaba destinado a sacudirlos para despertarlos a su historia, cuando parte de su memoria se había desvanecido. 

    Siempre leemos las tentaciones en el primer domingo de Cuaresma. Nos invita a reexaminar las historias de nuestras vidas y entorno y hacer las correcciones necesarias. Últimamente he estado examinando mis sueños con mi terapeuta. Después de contarle sobre mi sueño, muchas veces ella identifica un lugar donde yo podría haber actuado diferente. Luego me invita a hacer una corrección al sueño. A través de la visualización, vuelvo a entrar en el sueño. En la parte en la que no actué de la manera más saludable, hago la corrección actuando de manera diferente en el sueño. Esa es una forma de corregir las historias de nuestras vidas.

    Otra manera de hacer la corrección es una variación del examen ignaciano. Antes de acostarse, siéntese y recuerde el día, evento por evento. Mientras lo hace, piense en las formas en que desearía haberse comportado en lugar de la forma en que lo hizo. Haga esas correcciones en su imaginación. Ambas prácticas son formas de crear nuevos patrones en nuestros cerebros, por lo que podríamos tomar decisiones diferentes la próxima vez.

    Amigos, qué esta Cuaresma sea un tiempo de transformación y renovación en nuestras vidas.